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Preservar el equilibrio entre vegetación y arquitectura en el ámbito arqueológico representa un desafío complejo: es necesario identificar el momento más allá del cual la vegetación deja de ser una alteración y se transforma en un fenómeno más propiamente de degradación, capaz de producir situaciones concretas de riesgo para el bien.
La investigación Co.R.A.Ve., acrónimo de “Conservazione dei Ruderi Archeologici nei contesti Vegetali” (Conservación de Ruinas Arqueológicas en contexto Vegetales), tuvo como objetivo estudiar soluciones que pudieran frenar la degradación de las áreas arqueológicas, sin alterar radicalmente el paisaje preexistente, con una perspectiva de mantenimiento de las áreas de intervención. Se trata de un ejemplo de colaboración entre el mundo académico, el Politécnico de Turín y entes públicos (PACT – Parque Arqueológico de Cerveteri y Tarquinia y la Superintendencia de Arqueología, Bellas Artes y Paisaje de la provincia de Viterbo y de Etruria Meridional), con el apoyo de una empresa privada (CTS).
La Necrópolis de la Banditaccia de Cerveteri, además de ser un testimonio histórico de gran valor, presentaba todas las características necesarias para estudiar y valorizar un sistema simbiótico e inalterado entre naturaleza y materia. Extendida sobre una meseta de toba de unas doscientas hectáreas, se presenta hoy como un vasto y heterogéneo sistema de áreas valladas y museísticas –unas quince hectáreas– y otras, la mayoría, de libre acceso, sólo parcialmente mantenidas y nunca implicadas, salvo en casos esporádicos, en intervenciones de conservación y puesta en valor. En este enorme territorio hay túmulos del siglo VII a.C. dotados de una o más cámaras subterráneas, cuya estructura externa está compuesta por un tambor cilíndrico, excavado total o parcialmente en la toba, y una cobertura hemisférica de tierra, probablemente ya en época etrusca preparada intencionadamente para acoger vegetación de varios tipos, que en varios casos se desarrolló hasta el punto de provocar graves fenómenos de deterioro, como grietas y derrumbes parciales provocados por las raíces.
La investigación, que comenzó en 2020, condujo a la identificación de un producto que podría reducir la adhesión de microorganismos a las superficies de toba, una vez libres de vegetación y de la microflora infectante.
La conservación preventiva fue entonces la necesidad primaria, partiendo de la idea de intervenir tratando de frenar la "sucesión ecológica" que se desarrolla a través de etapas de colonizaciones sucesivas, partiendo de especies pioneras, como bacterias, hongos y algas, llegando a las especies más evolucionadas, como las especies arbustivas y arbóreas.
Desde un punto de vista preventivo, puede ser importante, más aún cuando se trabaja sobre una roca que presenta porosidad como la toba, evitar que especies pioneras capaces de iniciar el proceso de colonización puedan arraigar en partes específicas de los monumentos. Por tanto, evitar los microdepósitos de agua sobre las superficies y la creación de un ambiente hostil para los microorganismos degradadores, así como proteger las estructuras de la erosión ambiental, podría resultar, a largo plazo, una solución también en esta dirección. El enfoque también debe tener en cuenta la biorreceptividad de los materiales, es decir, la propiedad intrínseca de una superficie que define su capacidad para ser colonizada por seres vivos.
Se seleccionaron dos tipos de biocidas: el primero de origen natural, es decir, aceites esenciales extraídos de algunas plantas, en nuestro caso el aceite esencial de tomillo rojo, y el segundo, biocidas sintéticos microencapsulados. Para esta última aplicación se eligieron dos principios biocidas muy eficaces, pero que deben limitarse debido a su toxicidad: diurón y terbutrina. Los biocidas están microencapsulados en una especie de fina capa que, por la acción de la humedad y la luz, se degrada lentamente, liberando los principios activos que contiene.
Los dos tipos diferentes de microcápsulas se mezclaron con dos agentes protectores (el siloxano a base de agua Silo 112 y la nanosílice funcionalizada comercializada bajo el nombre Nano Silo W), para un total de 4 productos diferentes. Los dos productos protectores también se aplicaron solos para evaluar el efecto en ausencia de biocida y así poder evaluar su contribución al efecto global. Las primeras intervenciones, que datan de septiembre de 2020, se llevaron a cabo en dos zonas muy diferentes en cuanto a exposición y presencia de humedad: una en el muro vertical exterior de una tumba de tambor, caracterizada por una alta humedad, la otra en una superficie de cantera utilizada para la extracción de sillares, sujeta a una mayor radiación solar y, en consecuencia, más seca.
Un año después (septiembre 2021) se realizó una primera campaña fotográfica, además de tomar medidas mediante bioluminómetro, dado que visualmente la mayoría de las zonas eran indistinguibles desde el punto de vista de ataque microbiológico. Finalmente, se evaluó visualmente la repelencia al agua residual, la cual fue alta para todas las áreas, dejando una medición de absorción capilar para el final del experimento. Los datos numéricos atestiguan el buen comportamiento de los tres biocidas, pero a lo largo de los años ha sido posible destacar los diferentes comportamientos.
De hecho, cruzando los datos obtenidos con un bioluminómetro y los obtenidos mediante muestreo de superficie, con la determinación de las cantidades de clorofilas, es posible confirmar la eficacia para las zonas tratadas con terbutrina en nanosílice funcionalizada. También podemos afirmar que 3 años después del tratamiento, las zonas tratadas con aceite esencial de tomillo rojo ya no están protegidas del recrecimiento de microorganismos, con algunos valores incluso superiores a los encontrados en zonas no tratadas. Estos resultados de laboratorio no atestiguan la ineficacia del producto, sino la necesidad, en caso de su uso, de considerar una aplicación del producto durante ciclos inferiores a 3 años.
Es interesante notar, como también se desprende de la figura, que, en la zona más húmeda, la de la tumba de Via degli Inferi, las baldosas tratadas sólo con hidrofugantes (sin adición de biocidas), pierden rápidamente su acción hidrófuga y son progresivamente atacadas por microorganismos.
Las baldosas subyacentes, tratadas con los mismos hidrófugos, pero que contienen microcápsulas, están siempre perfectamente limpias.
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En conclusión, el mejor y observable resultado tanto en la zona más húmeda de Via degli Inferi como en la zona más soleada de Onde Marine se obtuvo con la dispersión de nanosílice funcionalizada con la adición del biocida a base de terbutrina microencapsulada.
Es posible plantear la hipótesis de un efecto sinérgico entre el biocida y el repelente de agua: el crecimiento reducido de microorganismos debido a la terbutrina reduce la degradación de las cadenas de siloxano, que a su vez reducen la absorción de agua y, por tanto, hacen que el crecimiento biológico sea menos favorable.
Esta mezcla se denominó Nano Silo Corave, un producto ahora disponible en el catálogo de CTS. Sin embargo, será necesario evaluar estos hallazgos iniciales como indicativos de una tendencia, comparándolos con datos adquiridos en otras áreas geográficas y en diferentes condiciones ambientales.
Los resultados de la primera parte de la investigación llevaron a la creación de un libro, Ruderi e verdure - Sperimentazioni di restauro archeologico alla Necropoli della Banditaccia di Cerveteri, publicado por Quasar y escrito por los líderes de la investigación, Emanuele Morezzi y Tommaso Vagnarelli, del Politécnico de Turín, y Leonardo Borgioli, jefe de la oficina técnica del CTS. El libro recién publicado se presentará durante un seminario web programado para el 2 de abril. ¡Permanezca atento a las redes sociales!
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