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Blanco: una cuestión de fondo
El blanco es quizás el color más importante en el arte. Utilizado para dar fondo a las capas pictóricas, para crear tonos, por ejemplo, carnaciones, o bien para dar un toque de brillo y volumen a fondos que de lo contrario resultarían apagados y uniformes.
La respuesta se encontró en un compuesto hasta entonces utilizado como antiinflamatorio: el blanco de zinc.
El blanco de titanio es un pigmento cubriente, disponible desde 1950. Aunque el componente básico - dióxido de titanio TiO2 - exista en la naturaleza en las tres formas minerales de igual composición química y diferente estructura cristalina (anatasio, rutilo y la rara brookita), ninguno de estos minerales se utilizó nunca como pigmento. En cambio, se prepararon artificialmente dióxidos de titanio tanto en la forma cristalina del anatasio como la del rutilo, aunque solo de éste se tengan resultados ciertos. Sin embargo, con el blanco de titanio se identifican también los compuestos del titanio como los titanatos de zinc, bario, potasio o ftalatos, silicatos y litopones de titanio. Tiene un elevado poder cubriente (muy mate) gracias a su índice de refracción muy alto. Estas características fueron decisivas para su lanzamiento en el mercado en sustitución de los blancos utilizados hasta entonces, poco cubrientes, tóxicos o demasiado caros.
Hasta el siglo XVIII solo existían tres tipos de blanco: el blanco de cal, el blanco de yeso y el albayalde.
El primer pigmento blanco del que se tiene noticia es el blanco de cal. Está integrado en su mayoría por carbonato cálcico y abunda en la naturaleza. Su composición cambia mucho según las impurezas que contiene, así como el color, por lo que es posible tener un blanco que tiende al amarillo, rosa o gris, más o menos cubriente. La necesidad de fabricar una variedad artificial de este pigmento que fuera más blanca se debe a la pintura al fresco. En efecto, para los enlucidos se conseguía cal viva con la cochura de piedras carbonatadas: después se apagaba con agua y se dejaba curar. Para la variedad más pura y blanca (una cal apagada fina), Cennini utilizó la denominación “blanco de San Juan” y lo indica como blanco ideal para crear carnaciones, junto con la sinopia (un ocre rojo especial):
“Rojo es un color que se llama bermellón claro, y no tengo noticias de que este color se utilice en otros lugares fuera de Florencia; es perfecto para encarnar, es decir para hacer carnaciones de figuras en paredes y trabajar al fresco. Este color se hace con la mejor sinopia que se pueda encontrar, y más clara; se muele y se mezcla con el blanco de San Juan, que así se llama en Florencia; este blanco está hecho con cal bien blanca y bien limpia”.
El blanco de cal se utilizaba también para temple y acuarela, pero no para el óleo: en efecto, por su bajo índice de refracción tiene un escaso poder cubriente. Lo mismo vale para el blanco de yeso, empleado en el pasado sobre todo para imprimaciones, preparaciones, temples y acuarelas transparentes y en pinturas murales para velar, pero raramente en frescos o pinturas al óleo. Hoy en día estos blancos se utilizan raramente como pigmentos, pero todavía se encuentran en la fórmula de colores y barnices como áridos, espesantes, bases para lacas, etc.
El albayalde o blanco de plomo es un blanco de color cálido que, a diferencia de los demás pigmentos blancos, tiene un excelente poder cubriente y un alto índice de refracción por lo que es apto para el uso en todas las técnicas pictóricas, pero presenta la importante desventaja de ser muy tóxico.
Probablemente es el blanco más importante de la historia y también el más común en obras antiguas: se podía encontrar en la paleta de los artistas más importantes de la época romana, medieval y renacentista. Además, fue el único pigmento blanco útil en la pintura al óleo hasta el siglo XIX, tanto por su poder cubriente como por su propiedad de acelerar el proceso de secado del aceite formando películas elásticas y resistentes. A veces se mezclaba con el blanco de cal o blanco de yeso para volverlo mate y obtener películas más cubrientes en las técnicas al temple o acuarela. En cambio, como imprimación para pinturas al óleo fue utilizado por pintores nórdicos, sobre todo holandeses, como Rubens y Vermeer.
El blanco de plomo está compuesto por carbonato básico de plomo 2 PbCO3*Pb(OH)2. Aunque en la naturaleza exista un mineral de composición análoga llamado hidrocerusita, el albayalde siempre se fabricó artificialmente, siendo uno de los primeros pigmentos de síntesis, junto con el cardenillo del que se hablará en el número dedicado a los pigmentos verdes. Existen recetas de Teofrasto, Plinio y Vitruvio para conseguir este pigmento del plomo metálico exponiéndolo a vapores de vinagre. Habitualmente los reactivos se colocaban en un ambiente cerrado en presencia de estiércol que aceleraba el proceso de formación del albayalde al mantener elevada la temperatura y servía también para la producción de anhídrido carbónico que, combinado con el agua presente en la atmósfera, suministraba ácido carbónico; el metal se corroía, convirtiéndose primero en acetato de plomo, por acción del ácido acético presente en el vinagre, y posteriormente en carbonato por acción del ácido carbónico:
Pb + 2CH3COOH → Pb(CH3COO)2 + 2H+
Pb(CH3COO)2 + H2O*CO2 (ácido carbónico) → PbCO3 + 2 CH3COOH
La presencia de agua llevaba a la posterior formación del compuesto hidrato.
Durante la primera fase de la revolución industrial surgió el problema de la toxicidad del plomo y sus compuestos, que al interactuar con el sistema nervioso de los seres humanos podía producir graves enfermedades como el saturnismo. Las afectadas por este problema fueron sobre todo las empresas que fabricaban barnices y tintes e impulsaron la investigación buscando alternativas. Se puede decir que la industria química se desarrolló también gracias a la necesidad de encontrar nuevos pigmentos: importantes empresas químicas como Ciba-Geigy, DuPont, BASF empezaron su actividad buscando nuevas fórmulas para barnices y tintes.
El blanco de zinc está compuesto por óxido de zinc ZnO, conocido desde la antigüedad como subproducto de la fabricación del bronce con el método llamado “cementación”. Antiguamente el óxido de zinc se llamaba lana philosophica; Discórides describió la fabricación del óxido de zinc en la que la cadmia (término latín para calamina), es decir un mineral de zinc, se mezclaba con carbón y se calentaba en un fogón conectado con otra “cámara de depósito” donde se fabricaba el óxido de zinc en forma de hisopos lanuginosos, de los que probablemente se deriva el nombre. En esa época se utilizaba en medicina como antiinflamatorio, con el nombre de aceite de calamina. El cadmio, elemento descubierto a principios del siglo XIX, toma su nombre precisamente de la calamina o cadmia, en la que se encuentra como impureza. En cambio, el óxido de zinc existe en la naturaleza en el mineral zincita, que sin embargo no se puede utilizar como pigmento por las muchas impurezas que le confieren un color rojizo, probablemente por la presencia de manganeso y hierro.
Los primeros en comercializar a gran escala el blanco de zinc fueron Windsor & Newton en 1834 con el nombre de blanco chino, de formulación muy densa, específica para acuarela. En efecto, este pigmento era menos cubriente que el albayalde (bajo índice de refracción) y por ello apto para veladuras o medios acuosos (tempera, acuarela, acrílico, etc.). En pinturas al óleo creaba películas que tendían a agrietarse fácilmente, por lo que los artistas siguieron utilizando el albayalde, a pesar de su consabida toxicidad, a veces añadiéndole el blanco de zinc, con resultados no siempre satisfactorios. La necesidad de encontrar un compuesto que no fuera atóxico, pero con un buen poder cubriente, impulsó de nuevo a la industria química a la investigación.
En arte se puede utilizar con cualquier técnica, incluida la fabricación de tintas, aunque en pinturas al óleo se formen películas que tienden a no secar bien; para limitar esta característica, se puede mezclar con cantidades adecuadas de blanco de zinc. El dióxido de titanio tiene muchos usos: como relleno, revestimiento, colorante y opacificante para cerámica y vidrio o blanqueante para gomas, ceras y plásticos.
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BIBLIOGRAFÍA:
1. Ball Philip, Colore una biografia, BUR saggi, febbraio 2004;
2. Doerner Max, The Materials of the Artist and Their Use in Painting, Harvest Books, 1949;
3. Matteini Mauro, Moles Arcangelo, La chimica nel restauro. I materiali dell´arte pittorica, Nardini, 1991;
4. Feller L. Robert, Artists’ Pigments – A Handbook of their History and Characteristics Vol. 1 Cambridge University Press, 1986;
5. Roy Ashok, Artists’ Pigments – A Handbook of their History and Characteristics Vol. 2, Oxford University Press, 1997;
6. West FitzHug Elisabeth, Artists’ Pigments – A Handbook of their History and Characteristics Vol. 3, National Gallery of Art, 1997.